AL COLE MANEL GARCÍA GRAU HI HA UN AULA DE LOGOPÈDIA.

AQUEST ÉS EL NOSTRE BLOG. BENVINGUTS!!!


martes, 23 de noviembre de 2010

BENVINGUTS AMICS

Estimats amics:

Aquesta és la nostra primera entrada al blog de l'aula de logopèdia del CEIP MANEL GARCÍA GRAU de Castelló.
En el nostre cole, els mestres, han pensat que sería molt interesant fer un blog i així treballar de forma apropiada les noves tecnologíes. Qué vos pareix la idea?

Esperem que el nostre blog vos agrade i recordeu que esteu tots convidats a participar mitjançant els vostres comentaris.
MOLTES GRÀCIES!!

CUENTOS DEL AULA DE LOGOPEDIA

EL MONSTRUO Y LOS BICHOS
Había una vez un monstruo que vivía en una cueva muy fea y muy desordenada. Este monstruo que se llamaba Cenutrio, era experto en destrozar cuevas y además siempre se reía de los monstruos que tenían la cueva ordenada.
Cenutrio, que era de color rojo, siempre olía a basurita, porque era poco amigo de lavarse, ya que no le gustaba el agua. Otra cosa que le pasaba a Cenutrio, es que siempre llevaba los mocos colgando y los pies negros llenos de barro de charca.
Cenutrio era un soberano cochinote, pero a sus vecinos, que eran tres bichos raros, uno morado, otro marrón y otro rosa les daba mucha penita, ver al  monstruo  que no tenía amigos siempre solito, así que decidieron ayudarle y le invitaron a su casa a jugar. (Aymén asegura en este punto que los monstruos no juegan, ya que solo les gusta asustar).
Los bichos que se llamaban Kika (la de color rosa), Chichi (de color morado) y Cimas (de color marrón), prepararon mucha comida y zumos (de chocolate y de naranja) para que cuando llegara el monstro Cenutrio, pudieran merendar y merendar.
A las siete en punto de la tarde, Cenutrio, estaba preparado delante de la puerta de la cueva de los bichos. No se había limpiado ni las manos, ni los pies, ni la cabeza, ni los mocos, ni nada del cuerpo, así que iba hecho un asco.
Cuando Chichi abrió la puerta, por poco no se desmaya del susto y es que Cenutrio olía fatal, fatal y fatal.
   Pero Cenutrio, ¿por qué no te has limpiado?
   Porque no me gusta el agua.
   Pues mira Cenutrio, si no te lavas, no tendrás merienda y hay sándwiches de flores y miel, pastel de caracoles y tarta de fresa y limón.
Cenutrio abrió sus tres ojos sorprendido y se puso a pensar y a llorar. Nunca nadie le había dicho que se tenía que lavar para comer. Además, no le había gustado nada escuchar con sus enormes orejas que si no se lavaba no podría comer.
Chichi, Kika y Cimas, intentaron convencerle para que se lavara diciéndole:
   Chico,  ¿no ves que estás muy sucio?- dijo Kika.
   Además, si no te lavas las manos, tendrás microbios y te pondrás malito y muy enfermo. ¿No lo comprendes?
   ¡Venga Cenutrio, que nosotros te animamos! ¡Venga chicos vamos a ayudarle!
               Entre todos, ayudaron a Cenutrio a meterse en la ducha y con agua muy calentita, fueron limpiando el cuerpo del monstruo.
   Anda, Cenutrio, qué pelo tan suave tienes, y qué color tan bonito.
Cenutrio ante tantos halagos, se puso muy contento y decidió que a partir de entonces, se ducharía todos los días, para no oler a basurita.
Una vez limpio, los tres bichos, partieron el pastel de caracoles y la tarta de fresa y limón y todos contentos disfrutaron de la fiesta.
¡Cenutrio se lo pasó genial!
FIN

CUENTOS DEL AULA DE LOGOPEDIA.


LOS TRES AMIGOS DIFERENTES
Había una vez, un elefante que andaba y andaba, buscando a su mamá. Un día, se encontró en medio del bosque con unos animales muy diferentes a él: una hormiga voladora muy muy pequeñita y un caballo guapísimo, que estaban jugando al escondite.
El elefante que se llamaba Gordito, estaba muy triste porque se había perdido y lloraba sin consuelo. El caballo y la hormiga, se quedaron muy sorprendidos y quisieron ayudarle.
Juntos se pusieron a pensar y pensar cómo podrían encontrar a la mamá de Gordito. Sisi la hormiga, que era muy inteligente, propuso que ella podría volar un ratito a ver si la veía por ahí. Cerest que era el caballo, pensó también que podría correr entre los árboles muy deprisa.
Gordito, el elefante, se quedó alucinado de que dos animales tan diferentes a él le quisieran ayudar y les preguntó que cómo era posible que un caballo hermoso y una hormiga enana fueran tan amigos.
El caballo contestó con un relincho:
-¿Y  por qué no vamos a ser amigos?
Y Gordito respondió:
- Pues porque es extraño ver a un animal tan guapo como tú siendo amigo de alguien tan pequeña como una hormiga voladora.
-¡Y qué tiene que ver eso! La hormiga es inteligente, veloz y volando es la más rápida.
Y como queriendo confirmar las palabras  de Cerest, apareció Sisi, la hormiga voladora gritando:
-Gordito, Gordito, he visto a tu mamá.
-¿Y dónde está mi mamá?
-Pues está junto a todos los elefantes cerca de las montañas del Sur.
-Ohh qué bien. Muchas gracias Sisi, es verdad que eres muy inteligente y rápida, aunque seas tan pequeñita.
-Ser pequeños no quiere decir que no sea grande nuestra cabeza y nuestra inteligencia.
-Es verdad, he aprendido la lección.
-Si has aprendido eso, hoy ya has aprendido mucho. Venga Gordito, que vamos a acompañarte hasta las montañas del Sur, para que te reúnas con tu madre.
Y dicho esto, los tres nuevos amigos, se fueron a buscar a Desi, que es así como se llamaba la mamá de Gordito.
FIN




CUENTOS DEL AULA DE LOGOPEDIA. EL HUMANO QUE AYUDÓ A UNA SIRENA

Había una vez, tres sirenas que vivían en el fondo del mar en una casita de madera y recubierta de muchas algas de colores. Las tres sirenas vivían con su padre, un famoso médico de peces. El padre, que se llamaba Yemo, se dedicaba a recoger a todos los pececitos, estrellas y caballitos de mar enfermos que se encontraba por el arrecife y después, los llevaba a su casa, para cuidarlos y ponerlos en forma. Una vez recuperados, los devolvía sanos y salvos  a su casa.
Un día, la sirena mayor, se despertó muy tarde, y decidió ir a desayunar.
Al llegar a la cocina, se encontró con una sorpresa: ¡NO HABÍA NADA QUE COMER! Muy preocupada, se fue en busca de su padre. (Su mamá, una importante sirena  cantante de rock, estaba trabajando en el Mar del Norte). No lo encontró por ninguna parte y mira que lo  buscó: por el arrecife, por el comedor, por las caballerizas, por el huerto de algas, por el parterre de flores, por el mini hospital que su padre tenía en casa… y nada. Yemo no aparecía por ningún sitio.
Marisol, que así se llamaba la sirena, decidió investigar en serio, y salió disparada  a buscarlo entre las peligrosas corrientes del mar. Buscó y buscó, y  y requetebuscó, y … nada de nada. No lo encontró por ninguna parte.
 Desorientada ya, Marisol, se fue tan lejos, que se perdió y muy asustada se puso a llorar.
-Buahhh, buahhh. Creo que me he perdido…
Un pescador que estaba pescando sardinas para la cena, oyó llorar a alguien. Asombrado miró a su alrededor y como no vio a nadie, decidió meter la cabeza dentro del agua por si el  que lloraba era un delfín o una ballena.
Casi se cae de la barca del susto. ¡¡¡No era un delfín!! ¡¡No era una ballena!! ¡¡¡ERA UNA SIRENA!!! La primera que había visto en su vida. La pobre, parecía muy asustada. Se le veía la preocupación en los ojos.
El pescador que se llamaba Agustín, decidió sacar la cabeza del agua para poder respirar, pero en cuanto cogió aire, volvió a meterla debajo para hacerle señas a la sirena y pedirle que subiera a la superficie para poder así, hablar con más calma.
La sirena pareció entenderle, y cogida de la mano del Agustín, se acercó a la barca.
 Una vez hechas las presentaciones pertinentes, Marisol, le explicó al pescador que se había perdido mientras buscaba a su padre. Agustín, muy conmovido por la historia, le ofreció rápidamente su colaboración.
Con mucho cuidado, la ayudó a subir a la barca, preocupándose mucho de que Marisol no se hiciese daño en la larga y preciosa cola. Con la ayuda de un cubo, la fue mojando despacito para que siempre estuviera húmeda, y es que de todos es sabido que las sirenas siempre tienen que tener mojada la extremidad de pez, para que no se les estropee y deje de brillar.
Cuando Marisol y Agustín, estuvieron cómodamente instalados, el pescador, puso en marcha la barca, que en realidad era un coche acuático (según Aymén del aula de Audición y lenguaje) y ambos, partieron en busca de Yemo, el papá de Marisol.
Lo encontraron a las dos horas. Estaba ayudando a un delfín, al que se le había enganchado la aleta con una gran bolsa de plástico, que le impedía nadar. Entre todos, pudieron rescatar al delfín, que muy contento se puso a cantar en cuanto fue liberado de la bolsa de plástico.
    Oinnnggg, ingggg ñingggg
Felices y contentos por un lado, porque habían podido echarle una mano al delfín, pero muy tristes, por descubrir que los humanos seguían contaminando el mar, Yemo, Marisol y Agustín, se despidieron de él, que por cierto, se llamaba Blasín, prometiéndole no obstante, que le ayudarían a formar la patrulla del mar: un entrenado cuerpo de policía marítima que destinaría todos sus esfuerzos a evitar la contaminación de las playas, los océanos y los mares.
Con la satisfacción del trabajo bien hecho, los tres, partieron rumbo a la casa de Yemo y Marisol, donde obsequiaron a Agustín con un suculento banquete: ensalada de algas pardas, aderezadas con fresas del mar. ¡¡Menos mal que la mesa flotaba, porque si no, Agustín no hubiera podido probar bocado!!
Y cuento inventado… cuento acabado.
FIN